Quizá me haya tratado como a todas,
pero parece que le he dado lo que ninguna.
No será todo tan normal,
cuando no dejamos de sorprendernos.
Y eso... eso sí que es exclusivo.
miércoles, 21 de diciembre de 2016
Cosas que quiero y que no quiero
No quiero lo que ya me han dado,
no quiero sexo desenfrenado,
ni cenas en restaurantes caros.
Tampoco quiero viajes no planeados,
ni sorpresas en lugares raros.
He tenido quien me lo ha dado todo,
y eso tampoco lo quiero.
Quiero la paz de unos ojos tranquilos,
de una mirada sincera,
de una cena a la luz de la hoguera.
También quiero soñar despiertos,
hacer realidades con hechos.
Un paseo por la montaña,
dormirnos Mulholland Drive,
bailar en la cocina,
bañarnos en silencio en agua de colores.
Que me pidas que te cante canciones de Postal Service,
y eso que canto fatal...
Que me mires resistiéndote a besarme cuando estamos con más gente,
y eso que venimos de la cama...
Te quiero conmigo,
ya sabes lo que digo.
a R
no quiero sexo desenfrenado,
ni cenas en restaurantes caros.
Tampoco quiero viajes no planeados,
ni sorpresas en lugares raros.
He tenido quien me lo ha dado todo,
y eso tampoco lo quiero.
Quiero la paz de unos ojos tranquilos,
de una mirada sincera,
de una cena a la luz de la hoguera.
También quiero soñar despiertos,
hacer realidades con hechos.
Un paseo por la montaña,
dormirnos Mulholland Drive,
bailar en la cocina,
bañarnos en silencio en agua de colores.
Que me pidas que te cante canciones de Postal Service,
y eso que canto fatal...
Que me mires resistiéndote a besarme cuando estamos con más gente,
y eso que venimos de la cama...
Te quiero conmigo,
ya sabes lo que digo.
a R
La textura de nuestra sangre.
Cada noche, antes de dormir, nos leemos, al menos, un poema y un cuento.
Sin mirarnos a los ojos antes de apagar la luz,
porque hasta en la más profunda oscuridad nos seguimos viendo.
Escucho como vas quedándote dormido,
hasta que el peso de tu cuerpo cae sobre la almohada.
En un abrazo dulce y suave
duermo yo también.
Sin mirarnos a los ojos antes de apagar la luz,
porque hasta en la más profunda oscuridad nos seguimos viendo.
Escucho como vas quedándote dormido,
hasta que el peso de tu cuerpo cae sobre la almohada.
En un abrazo dulce y suave
duermo yo también.

martes, 20 de diciembre de 2016
Sábanas de otoño
Sabes que llevo un rato leyendo, escuchándote dormir.
No has abierto los ojos y entre susurros me lo pides.
Aunque imaginaba que lo harías, me sorprende.
...
Yo la paseo antes de ponerme a trabajar.
Tú ya estás en el coche.
Tú ya estás en el coche.
Cada uno con su sonrisa, que es la misma.
El cielo en la Tierra
– Elige la música que yo preparo la cena.
– ¿Lo que quiera?
– Lo que quieras.
La aguja rascaba ese vinilo de Supertramp que compraste en un sitio de segunda mano tirado de precio. Otra ganga más, como la nevera, como el microondas, como el horno...
Con la destreza que no me caracteriza abro la botella sin herirme. Ya sabes que una pupa en mi mano es algo habitual. Brindamos. Otro beso. Otro abrazo. Que todavía nos saben a poco.
En la cocina nos movemos hábiles como nuestras bocas cuando se encuentran. Con ese silencio en el que baila la música, no dejamos de hablar sin pronunciar palabra.
– ¿Mesa pequeña?
– Donde quieras
Vino tinto y pamboli en un sofá con nuestro nombre. Confundidos, ninguno sabe de dónde ha salido el otro, pero sí sabemos que hemos tenido que dejar de buscarnos para encontrarnos. Tantos conciertos en los que me quisiste llamar, tantos viajes a los que te quise invitar... escuchando el mismo disco a kilómetros de distancia, llorando desamores y disfrutando nuestra soledad.
Es la última tarde del año que la isla nos ve haciendo el amor sobre tu cama, con las ventanas al patio abiertas de par en par.
El cielo en la Tierra son tus ojos azules sobre mi piel tostada.
– No pasa nada si cojo el vuelo de las 6
– ¿Lo puedes cambiar?
Nos invade a alegría. No porque sea la última noche, sino porque es la primera de muchas, es la primera de todas.
Y por primera vez en 29 años sé que sentir el cielo en la Tierra son tus brazos abrazándome en la cama como si hubieras atrapado una nube.
– ¿Lo que quiera?
– Lo que quieras.
La aguja rascaba ese vinilo de Supertramp que compraste en un sitio de segunda mano tirado de precio. Otra ganga más, como la nevera, como el microondas, como el horno...
Con la destreza que no me caracteriza abro la botella sin herirme. Ya sabes que una pupa en mi mano es algo habitual. Brindamos. Otro beso. Otro abrazo. Que todavía nos saben a poco.
En la cocina nos movemos hábiles como nuestras bocas cuando se encuentran. Con ese silencio en el que baila la música, no dejamos de hablar sin pronunciar palabra.
– ¿Mesa pequeña?
– Donde quieras
Vino tinto y pamboli en un sofá con nuestro nombre. Confundidos, ninguno sabe de dónde ha salido el otro, pero sí sabemos que hemos tenido que dejar de buscarnos para encontrarnos. Tantos conciertos en los que me quisiste llamar, tantos viajes a los que te quise invitar... escuchando el mismo disco a kilómetros de distancia, llorando desamores y disfrutando nuestra soledad.
Es la última tarde del año que la isla nos ve haciendo el amor sobre tu cama, con las ventanas al patio abiertas de par en par.
El cielo en la Tierra son tus ojos azules sobre mi piel tostada.
– No pasa nada si cojo el vuelo de las 6
– ¿Lo puedes cambiar?
Nos invade a alegría. No porque sea la última noche, sino porque es la primera de muchas, es la primera de todas.
Y por primera vez en 29 años sé que sentir el cielo en la Tierra son tus brazos abrazándome en la cama como si hubieras atrapado una nube.
lunes, 5 de diciembre de 2016
Un guiso con sabor a tiempo
Y es que seremos un buen guiso.
Ajenos, cada uno de su procedencia, con su historia y sus viajes, sus heridas y cicatrices.
A la isla no se llega por casualidad a no ser que te transporten aquí, o seas producto de un naufragio. En la isla no te quedas de manera fortuita, a no ser que seas de esos tipos con suerte que la vida te lleva donde tienes que estar.
Y por naufragio, por transporte, por fortuito que parezca, tuvieron nuestros ojos, claros como el mar que ahora nos rodea, que cruzarse en sus miradas que nada buscaban. La no razón nos llevó a salir corriendo en la misma dirección a la misma velocidad, y a meternos en una piscina llena música y libros con forma de cama.
Son los ingredientes de nuestro guiso, que a fuego lento se cocina. Los ingredientes, todavía sin hacer, alcanzarán su mejor sabor cuando estén totalmente cocinados y no sean entes de diferentes procedencias, si no que el tiempo los habrá juntado y serán un único sabor.
El tiempo es un ingrediente, saboreémoslo.
Ajenos, cada uno de su procedencia, con su historia y sus viajes, sus heridas y cicatrices.
A la isla no se llega por casualidad a no ser que te transporten aquí, o seas producto de un naufragio. En la isla no te quedas de manera fortuita, a no ser que seas de esos tipos con suerte que la vida te lleva donde tienes que estar.
Y por naufragio, por transporte, por fortuito que parezca, tuvieron nuestros ojos, claros como el mar que ahora nos rodea, que cruzarse en sus miradas que nada buscaban. La no razón nos llevó a salir corriendo en la misma dirección a la misma velocidad, y a meternos en una piscina llena música y libros con forma de cama.
Son los ingredientes de nuestro guiso, que a fuego lento se cocina. Los ingredientes, todavía sin hacer, alcanzarán su mejor sabor cuando estén totalmente cocinados y no sean entes de diferentes procedencias, si no que el tiempo los habrá juntado y serán un único sabor.
El tiempo es un ingrediente, saboreémoslo.
Dedos
El movimiento de tus dedos
me dicen
que no es aire
lo que quieren
acariciar...
Que es mi pelo
o mi cintura
para hacerme
bailar...
me dicen
que no es aire
lo que quieren
acariciar...
Que es mi pelo
o mi cintura
para hacerme
bailar...
Suscribirse a:
Entradas (Atom)