y siento que ya no existe el arcaico orden impuesto por lo que creía que era el tiempo.
Que el tiempo es, ahora, esa sensación indisoluble de tu boca robando mis palabras y mis ojos anhelando.
Que el tiempo es el vaivén de las olas en mis oídos agitando los peces que viajan entre nuestras bocas en contraste con el mundo petrificado y aparentemente impasible que nos rodea.
Y esos besos son como la seda bajo la que duermo en la inmensidad de tu cama bajo el amparo de tu ojos que se abren mirándome por dentro.
Y sólo entonces me despierto, cuando las cosquillas que tus pestañas hacen al revolotear en mi interior avivan mi curiosidad, que llama a mis ojos de nuevo y
sin sorprenderme
te miro y me veo...